Esta foto me trae la misma sensación de frío, en ese diciembre que pasé en Santa Bárbara.
El café, con rosquetes y nacatamal de chancho caen deliciosos, los niños buscan los cohetes que el sereno dejó vivos; las madres duermen después de la jornada de atender a sus machistas maridos.
En Estados Unidos, un hijo añora aunque sea una taza de café con sabor a Ilama, un abrazo de la abuelita a quien no vio morir y los mordiscos del perro en las pantorrillas. Tierras nuestras, quiera Dios que permanezcan así de protegidas de nuestra propia mano.
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