Cerca de Ilama, bueno, no tan cerca está la aldea San Vicente de Las Nieves. Eran las siete de la noche del 24 de diciembre de 2006 y todos esperaban con ansias lo que no habían tenido jamás en sus vidas. Tres focos se encendieron y todos aplaudieron, mi hijo aburrido por la falta de nintendo ofendió con su irónico "y eso es todo?". Luego los aldeanos, con sus caballos amarrados en los árboles celebraron sus dolidos mil lempiras por cabeza, unos cantaron y todos bailaron.
Al día siguiente pudimos ver un buen partido contra los de la aldea Amapa, la goleada extrañó la migración mojada del hijo del profesor Toño, por nosotros conocido como Nilo Sandoval.
Pueblos estos nuestros, buenas prácticas que nadie quiso sistematizar. Mientras nosotros babeamos por comprarnos el último celular, este puño de gente, donde solo hay como cien casas, hacen eventos culturales que nadie se imagina y se lanzan a un proyecto de poner la luz por su propia cuenta; incluido el esfuerzo por motivar a ganaderos locales para que dieran diez mil lempiras por su derecho, y Don Licho, quien creo debió cubrir lo que faltó, que pudo llegar a ser su medio millón. Si el profesor Toño hubiera estado en Seatle, hace mucho hubiera sido famoso su libro de poemas escondido bajo el colchón del sótano, ideas creativas plasmadas en un cuaderno de tareas y grabados empíricos de igmenso valor. Buenos amigos en Santa Bárbara, Honduras; si vuelvo a ese lugar, me encantará jugar otra partida de billar con Darío 3, sin que me de pesar los dos pesos por mesa.
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